
Lógicamente hay que verse, no podemos desaprovechar esa gran oportunidad. Así que se pone manos al guaspap y tras pocos minutos estoy invitada a las bodas de plata de otra amiga de la juventud.
Tengo siete días para prepararlo todo, aunque debo reconocer que la reboda, como la denominan ellos, no es tan importante para mi como el reencuentro con Pep.
Quien es el? Que decir? Que contar? Pep fue, es un gran amigo, de esos con los que puedes reír hasta el punto en que crees no poder respirar, en ocasiones serio y altivo, frío cual iceberg al decirte "te estas equivocando, sabes que es cierto, te arrepentiras", otras tan tierno y discreto que a día de hoy no se con seguridad que paso, quien empezó, si fue en las fiestas de la Rama en Agaete o ... vaya usted a saber. O de mi fugaz paso por el mundo de la opera, por mucho que Chano insistiera en que podía cantar. Vaya usted a saber en que confiaba o donde miraba.
Tengo que admitir que el sábado a las once de la mañana todavía dudaba si ir o no. Entender que el tango miente, el tango no sabe lo que dice. "25 años no es nada"... ya... vamos que no.
Pepe y yo vivimos muchísimas cosas juntos en la época de los tiernos dieciséis, diecisiete, incluso dieciocho y veintiuno. Quizás no tan tiernos, cierto, quizás seria mas real y objetivo denominarlos años locos. Y también vivimos una separación, quizás una de las mas duras para mi después de la del abuelo. Yo deje allí un hogar, una vida, el primer beso, el primer amor, el mas cruel desengaño, por mucho que el siga diciendo que tenia un encanto especial. Vayaaaa que si lo tenia, para todas, para todos, pero la que se llevo la gran decepción fue la menda. Cierto que a día de hoy y viéndolo de lejos resulta una escena digna de Almodovar y que puede provocar carcajadas, pero coño con la escena, a mi me dejo rota y dispuesta a beberme el Munich yo sólita, a dejar la isla sin existencias de cerveza y con el corazón y el orgullo roto.
Al final decidí preparar un macuto con un vestido negro, unos tacones rojos y la esperanza de que el día no resultara un chasco tremebundo y que el reencuentro con Pep no se convirtiera en una velada tensa en la cual confirmáramos que ya no había teníamos nada en común.
El trayecto hasta Alicante fue penoso, por mas que lo intentara la boda no era un aliciente y el trafico, las playas y los veraneantes no lo pusieron fácil. A eso de las tres y media, con casi una hora de retraso llegue. Aparque y puse un guasap corto. "estoy en la puerta del hotel"
Como coño podemos ser taaaan... taaaannn.... raritos. Nos abrazamos como si no hubiera mañana y acto seguido empezamos a charlar como si nos hubiésemos estado tomando unas Tropical el día anterior. Eso si, no se como pudimos acabar la comida y los mojitos, no parábamos de preguntar de contar, había mucho de lo que ponerse al día. Y es que no es lo mismo el face, ni el telefono. No hay nada como poder mirar a los ojos cuando te cuentan algo. Aunque te vean llorar recordando a Tavi. Yo jugaba con su alianza, sabiendo que era lo único que me quedaba de el y Pep me recordaba que era su musa (cuanto dolor de golpe) y que Tavi seguía vivo porque todos le recordamos.
Tanto y tan bien estábamos que no nos dimos cuenta de la hora. Llegaríamos tarde a la boda. Corriendo al hotel. Tu te duchas y mientras lo hago yo te maquillas. Pajarita??? Pepe te vas a morir.
Y tu con esos tacones, has aprendido ya ha andar sobre andamios? Déjame, pon el aire que me muero. Corre que no llegamos, colócame el cuello, no te olvides el chal que vaya escote. Hay cosas que no cambiaran jamas mi niña....
El caso es que cuando llegamos la novia ya estaba en el ... parque. Si la boda era en un parque. Muy, muy empinado y lleno de piedrecitas. Mala combinación para los taconazos, el vestido largo. Al aire libre, a 40 grados, pésima para las chaquetas, corbatas o pajaritas. En ese momento agradecí el escote y el abanico.
Duro poco, gracias a eso, no hicimos paella al mantener la bolsita de arroz en las manos, lo cual no impidió que todos los invitados acabaran con las manos teñidas de granate, precioso color de las bolsas que contenían el arroz casi hervido.
Nosotros fuimos de los primeros en dejar el parque, ya que la cena y el baile eran el hotel donde nos habíamos arreglado y sabíamos como estaba lo del aparcamiento. Como llegamos con tiempo nos dedicamos ha hacernos fotos sobre el chingurri de llevar las maletas. Alguna vez os habéis parado a mirarlos? Es parecido a las jaulas de los loros. Después de las fotos, fuimos también de los primeros en llegar a la terraza. Decorada de manera original con asientos de plástico blanco que cambiaban de color. Rojo, azul, verde, amarillo, naranja, verde, blanco.... y otra vez a empezar. Menos mal que había sillas normales, porque yo me senté en uno de los de las lucecitas y el vestido se encendía. En medio de la terraza, entre los sillones tiovivo había una estatua enorme de un rinoceronte, donde obviamente también hubo fotos, estaba rodeado de corazones blancos y flores granates y blancas. La decoración en si no estaba mal. Cierto que el rinoceronte no se donde encajaba, pero las bodas son así... raras, únicas, inolvidables.
Cena bufet y tarta. Gran momento el de la tarta. Tres preciosos pisos de un blanco radiante... un blanco poliestireno, vamos, que dos de los pisos, los grandes eran de corcho. Cosa que nos hizo observar un dulce niño de siete añitos que se encargo de devorar el único piso comestible, ante el estupor de los novios y la carcajada general de los invitados. En vista del éxito de la tarta, el personal se precipitó sobre la mesa de los postres... piña natural, manzana y plátano.
Pepe y yo como buenos canarios, optamos por los plátanos, claro esta. Los San Franciscos, vinos y champan de lujo, eso si... acompañados de plátanos de Canarias, risas y maldades varias.
La hora del baile llego y Pepe hizo gala de su humor negro y ácido, cierto que también me tuvo que decir un par de veces que no fuese mala.... quizás media docena, no mas. Pero el no se quedo atrás. Creo recordar varios comentarios acerca de unos gorros y unas alas de ángel diabólico. Y la posibilidad de que alguien saliese del armario. Sobre la genialidad de Paquito el Chocolatero y el disco de oro a la Macarena. Aunque reconoceré que bailamos como si estuviésemos de verbena o en la plaza Santa Ana en pleno carnaval un salsero "... a mover la colita". Lo se, hubiera sido mejor no comentarlo, pero fue así.
La noche acabo con un largo abrazo. Una promesa y sonrisas de resignación. Se había acabado, ya no podíamos seguir jugando a que no había pasado el tiempo. Había que volver a la realidad.
Aguante las lagrimas hasta que el coche empezó a moverse y vi a Pepe decirme adiós por el espejo del retrovisor. Justo al doblar la esquina por la que debía regresar a casa.
La vuelta fue distinta. El día se me había hecho corto, demasiado corto, había dejado tantas preguntas por hacer, tantas cosas por contar. El camino en cambio, fue largo. Y entre la oscuridad y los primeros rallos de sol me vino a la mente algo que me hizo volver a sonreír, a susurrar, a cantar. Y mientras cantaba, volví a prometer que si, que esta vez no dejaría pasar tanto tiempo, lo tengo claro.
La luna se apagó
y nos quedamos callados,
tan felices, tan cansados,
con un sabor a miel....