Hoy me ha enviado mi Zorronico un vídeo que me ha hecho pensar seriamente lo fuertes, atrevidos, insensatos y maravillosamente libres que fuimos de niños.
Recuerdo los viajes en un coche pequeño y alquilado para ir desde Madrid a Alicante o a Barco, los primeros por ser interminables. A la velocidad que íbamos, teníamos que parar varias veces. Bocatas, fantas, hacer pipi, estirar las piernas... jugábamos al veo veo, a las capicuas, teníamos tiempo de pelearnos varias veces y reconciliarnos algunas menos o recibir un sopapo desde el asiento delantero. A día de hoy no consigo entender como mi madre podía llegar a darnos a los dos con lo pequeña que es.
La radio era insufrible....El Carrusel Deportivo nos acompañaba a la par que la Jurado y Manolo Escobar, si teníamos calor, abríamos las ventanas y sacábamos la cabeza para sentir todavía mas este calor asfixiante de la Península Ibérica.
El trayecto a Alicante era aburrido, el de Barco una aventura al subir los puertos. Si te tocaba un camión delante, solo podías oír al abuelo quejándose de que el coche iba arder de un momento a otro. Pero no ardía, tampoco nos paso nada por no llevar las silletas ni los cinturones, como mucho un chichón al dejarnos llevar en las curvas y gritar desaforados... entonces mamá se quitaba la zapatilla y con una puntería digna de Robin Hood, nos atizaba sin pensar que estuviera amenazando nuestra integridad física.
Eso si, una vez llegábamos la diversión, el peligro, las aventuras estaban servidas. Nos convertíamos en salvajes, seres indomables que disfrutaban de sus vacaciones. Eso significaba días enteros en el río sin respetar la hora de la digestión, que viniendo de Las Palmas, ya informamos a los primos que si te metías rápido y sin pensarlo, jamas notarían que no habías esperado porque no pasaba nada, mucho menos si ellos jugaban al mus o roncaban la vuelta a España. Jugando a vaqueros e indios con arcos y flechas hechos con ramas a los que mis primos, sacaban punta con la destreza necesaria para que los mayores nos tuvieran que curar en mas de una ocasión y arrear con el temible rabo de toro a los culpables de tal temeridad. Estos acusaban sin compasión a las victimas por no ser lo suficientemente rápidos y listos a la hora de esconderse.
Cerca de casa de mis tíos, habían dejado abandonados varios carromatos de un circo supongo que avenido a menos. En ellos montábamos nuestras chozas, tiendas, garajes... con piedras, barro, madera. Mas de uno se corto, llego a casa chorreándole sangre la rodilla o el codo, alguno se clavo alguna púa, supongo que nada higiénica. Bebíamos agua del río, del grifo, de las fuentes, de la piscina y los dolores de tripa nos los curaban con arroz blanco, patata y zanahoria cocida y la prohibición de meternos en el agua mientras siguiéramos malos, con lo que se aseguraban una rápida recuperación.
Al ser la única niña en ambas familias, me libre de muchos "arrestos" y azotes, aunque debo reconocer que me merecí alguno mas,... bastantes mas... muchísimos mas, pero descubrí pronto que los asilvestrados de mis primos y hermano no sabían lidiar contra una carita con pucheros, gafitas y coletas con unos adorables lazos verde manzana. Esa batalla siempre la perdían porque los mayores me defendían a capa y espada, las de indios y vaqueros no. Ahí siempre acababa atada a un árbol recibiendo flechas o piedras. Maravillosa puntería tenían los cabrones para apuntar con una pistola hecha con pinzas, palos y elásticos.
Todo eso en la mas tierna infancia, donde yo aprobaba todo con nota y solía parecer la mas tierna de las niñas, la mas obediente y generosa. En esos años aprendí a amar la lectura, me creía una naufraga en la Graciosa o compartía aventuras con Los Cinco.... supongo que gracias a no disponer de la maravillosa red. A día de hoy y pudiendo descargar libros, sigo prefiriendo pasar pagina. Disfrutar de ese olor a libro nuevo, sigo conservando la suficiente y maravillosa imaginación para convertirme en uno de los protagonista y saborear el peso y la magia de un libro.
Después llego la adolescencia, otra etapa que no tiene nada que ver con la que viven ahora los críos.
Arrincone a mis Nancys y las cocinitas, el Mortadelo y Filemon y el Capitán Trueno, la bici y la colonia Nenuco, para empezar a dar guerra en casa con las pandillas, el maquillaje, los secretos, las llamadas interminables de teléfono /(fijo y carisimo si las llamadas eran a la península) "Gitana, que es conferencia y me va a costar un riñón" repetía mi padre, mucho mas benévolo que la vieja, que se limitaba a gritar y amenazar con desconectarlo. Las primeras verbenas, las romerías, las escapadas de noche a la playa, el teatro y las acampadas entre otros muchas peligrosas aficiones.
Reconozco que esa época tuvo que ser dura para mis padres. Su niña se volvió respondona, rebelde y malcriada... eso decían. Las notas eran un suplicio y las reuniones con los profes una clara y directa sentencia. "Arrestada hasta que apruebes todo, olvídate del teatro, de la playa, de los amigos, de la esquina y los Lee que te íbamos a comprar", todo esto acompañado de las repetidas razones por la que se me castigaba. "Es por tu bien, tienes que pensar que no es por mi, yo tengo mi vida hecha, tus profesores dicen que puedes..." Mis padres no iban a pedirle explicaciones a D. José Perez al cuadrado, profe de mates, ni a mi tutor, un señor encantador que hizo que me encantara escribir y que con 14 añitos me regalo mi primer diario.... costumbre que me llevo a mas de un problema, porque no había facebook, ni instagram, por supuesto el "guasap" era impensable, pero las pruebas de los delitos quedaban escritas y el anormal de mi hermano jamas fue discreto, ni respetuoso con mis cosas, ademas era un chivato que no aprendía ni a tortazos. Jamas me llevaron a un psicólogo para que investigara los motivos de mis malas notas... azotes y castigos hicieron que decidiera que la única opción era estudiar o estudiar.
La primera borrachera era siempre con amigos y te la pillabas con calimocho y dos buchitos de ronmiel, nadie entraba en un coma etílico, porque te llovían las hostias al llegar a casa borracho o con olor a tabaco. Todavía recuerdo el día que mi padre se asomo al balcón para verme coger la guagua y al verme salir del zaguán descubrió que su niña había cambiado los vaqueros por una minifalda y las John Smith por unos tacones. El "Ana Belén" que grito nos dejo petrificados a todos. Obviamente mi tarde-noche de discoteca se acabo en ese instante. En el interrogatorio admití tener un neceser en la luz del ascensor para pintarme los ojos y labios y las preciadas prendas de vestir eran lógicamente prestadas por mi cómplice y amiga Odra, vecina del quinto y con unos padres mas liberales que los míos.
Aquel día llore como una niña pidiendo clemencia y asegurando que ya era mayor, también estoy segura de que allí, ese mismo día, mis viejos descubrieron que tenían mucho por lo que temer y comenzaron las persecuciones, los tratos, las excusas, interrogatorios, promesas, venganzas... por uno y otro lado.
Agradezco el marcaje estricto al que me sometieron, hoy admito que era necesario porque yo no era una presa fácil y con excusas, promesas incumplidas y demás fechorías, iba adquiriendo destreza y un poco mas de libertad, aunque me vi obligada a buscar cabinas telefónicas, casi cumplir horarios y aprobar aunque fuese en septiembre. Doy gracias a que la tecnología no estuviera tan avanzada. Como me hubiese librado teniendo móvil, guasap o la posibilidad de que el espía de mi hermano tuviese acceso a las redes sociales???
Cierto es que como madre, estoy mucho mas tranquila teniendo a los Nanos llamables, localizables, que no localizados, pero por supuesto tengo claro que como Chenoa... Cuando ellos van, yo vuelvo y que ellos obviamente me las dan con queso cuando pueden, que suelen ser muchas. Porque por mucho que hayan cambiado las cosas, la tecnología, la forma de ver el mundo, las leyes y las modas, los adultos siempre verán el peligro y las posibilidades de drama y los críos, los adolescentes verán las ganas, aventuras, opciones de risas y la ausencia de miedo.
Supongo que en el fondo las cosas no han cambiado tanto, por lo menos en lo que concierne a las relaciones y reacciones de papis y monstruos. Ya que pese a todo, ellos siguen siendo fuertes, atrevidos, insensatos y maravillosamente libres.